7.3.05

Reflexión


Carta para un amigo español

Córdoba, Argentina julio del 2002.

Hola José... te escribo... no... mejor... mira. Hoy estoy melancólico y te pido me permitas algunas reflexiones... sabes, estoy regresando del consulado de España aquí y me venía haciendo una pregunta.... dime.. para ti.......... ¿La vida, es un espejo...?

Hace tiempo alguien, que considero muy inteligente, me dijo: “La vida es un espejo, y te devolverá lo que des...”. Y esta frase se ha transformado en parte de mis objetivos de vida desde entonces.Aquél “...No hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti....”, adoptada como una forma de pensar, como una forma de tratar y de actuar positivamente, de no herir ni molestar, se ha ido transformando en “...Haz a los demás lo que te gusta que te hagan a ti....” y en el mas avanzado aún, a mi modo de ver, “...Haz a los demás lo que a ellos les gusta que les hagan...”. Sin embargo, hoy, algo me molesta.

Hoy, julio de este año dos mil dos, me pregunto qué pasaría con esta filosofía si nos encontráramos con mis abuelos españoles en una mesa y pudiéramos hacer un resumen del aquí y ahora de nuestros orígenes comunes.

Abuelo José nació en Puebla de Farras y abuela Dolores, Lola por supuesto, en Garriguella, localidades muy pero muy pequeñas y muy parecidas, de Valencia y Cataluña, respectivamente.

Ambos de familias muy modestas y bastante numerosas, buscaron librarse de la miseria, el hambre y la absoluta falta de oportunidades, para quienes no tuvieran ya haciendas propias que trabajar y que cubrían, con su oscuro manto, a la gran mayoría de aquellos pueblos peninsulares que sobrevivían como podían entre una guerra y otra.

Cada uno por su lado y en distintas fechas, emprendió aquellos duros y agotadores viajes hacia el Nuevo Mundo, a hacer la América, como gustaban decir en aquellos tiempos. El abuelo José, que tenía catorce años, quedó sólo en el barco ya que su hermano bajó en Brasil y nunca más volvió. Él siguió hasta Buenos Aires sólo por que allí finalizaba el viaje, lo hicieron descender, lo recibieron y le dieron comida y cama por unos días en un algo precario Hotel de Inmigrantes cuyo edificio principal aún estaba en construcción.

Antes de una semana y por intermedio de un servicio, que existía entonces a tal fin, consiguió trabajo como ayudante en una “cuadra” cuidando caballos, que era su oficio, ensillando y despachando los carros que servían de transporte en esa época.

Esta tierra bendita le permitió progresar, pudo así conocer a la abuela Lola y casarse con ella. Luego ingresó como empleado de la Municipalidad de Buenos Aires en la que se jubiló como inspector de ferias y mercados. Pudo criar y educar tres hijos que les dieron diez nietos y ... en fin la historia de tantos inmigrantes que, a pesar de haber dejado familia y amigos y que aún teniendo la posibilidad, nunca volvieron. A pesar de que nunca perdieron el acento ni los modismos de su origen.

Ninguno de los dos quiso regresar a visitar su tierra española. Recién hoy, años después de haber perdido a ambos, estoy comenzando a comprender por que no lo hicieron. Hoy creo que, igual que aquella planta joven que se traslada a una tierra nueva y en ella echa raíces, allí vive, crece, recibe el agua y el alimento que necesita para desarrollarse, hasta convertirse en árbol, ya no pueden volver atrás. Su vida ahora es ésta, su tierra es ésta, su Patria... ahora... era ésta.

Desde aquí vivieron y sufrieron, como si allí estuvieran, esa terrible guerra civil que se llevó tantas vidas, con la conciencia de que esa vorágine arrastraba a parte de su familia... que apenas recordaban. Desde aquí enviaron durante años en innumerables bolsas de tela de arpillera, por que servían para confección, alimentos enlatados, que eran los únicos que resistían el largo viaje además de ropas y abrigos de todo tipo, algunos sin estrenar. Desde aquí vivieron en carne propia la emoción de ver partir los barcos, desbordantes de granos, que su nueva Patria enviaba para calmar el hambre en esa tierra desbastada.... y que muchos de ellos y sus hijos ayudaron a pagar con impuestos y ahorros que no tenían... Hoy, con un nudo en la garganta, me siento imaginariamente... junto a ellos, en esta vieja mesa de cocina, apoyo mi mano en su hombro y le digo: -Sabes abuelo, hoy tampoco me atendieron en el consulado español... me dijeron que trate de ir en enero del año que viene... dentro de seis meses... que como nieto de españoles, ni pierda tiempo... que solamente los italianos reconocen la ciudadanía de la segunda
generación.

Y les cuento, abuelo, que en el `93 yo fui a España a visitar una empresa y de paso a conocer el lugar donde nacieron, y que cuando me escuchaban hablar y me preguntaban de dónde era, me daba la impresión que el “Argentina” les sonaba a caca... por la cara que ponían... será por eso lo de sudaca? ...que para comer me buscaba un autoservicio para no ser mal atendido... aunque pagara los mismo... que los que no éramos “comunitarios” pasábamos por un andarivel distinto en el aeropuerto... y que nos atendían con cara “agria”. Si les cuento que a pesar de que esa empresa me ofrece trabajo allá no me dejan trabajar si no tengo el pasaporte español... que primero tengo que ir... traer un precontrato y volverme a ir... después de un trámite de seis meses en el consulado... escucha abuelo... ¿Que hubiera pasado si a ustedes les hubieran pedido lo mismo?

No... ¡no te rías! Si hubieran sobrevivido en aquella Europa, posiblemente hoy estaríamos conversando “en gallego”, ¿no?.. ¿Que si estoy llorando..? No, abuelo, es que me hiciste reír a mi también.... para que te voy a recordar que aquellos argentinos, los de tu época, hicieron ya en el año 1911 un Hotel de Inmigrantes que funcionó durante cuarenta y dos años ... para recibir a los que, como vos y la abuela, se largaron a la aventura sin mucho mas que lo puesto...

Que el edificio tenía cuatro pisos, que en total había ocho dormitorios y que allí alojaban a dos mil personas todas las noches! Que cada persona recibía cuatro comidas por día aunque no estuviera alojada en el hotel y que permanentemente, a través de un sistema parecido a altavoces se anunciaban los trabajos disponibles, a los que se iba enviando a los que se presentaban...Un hospital que funcionaba las veinticuatro horas... y que todo aquello era gratis..! ¡Gratis abuelo!

Puedes creer abuelo que alguien pudiera escribir: “No tengas miedo compañero, aquí te estamos esperando, nadie sabrá quién eres y apenas de donde vienes..., ¡pero te estaremos esperando! ¡Llegarás al puerto con tu valija, con tu sombrero ennegrecido por la combustión que hasta aquí te trajo y prenderás el último botón del saco, para lucir mejor! No tengas miedo compañero... en tus ojos estarán las palabras que no sabrás decir y tus manos hablarán por tus oficios... y de a poco, serás uno de los nuestros, con el tiempo... ¡no tengas miedo, compañero! Verás que no hay oscuridad en el hotel... es como si la luz hiciera las veces de patria... y abrazara a quienes llegan....” ¿te imaginas esta frase escrita para nosotros en el aeropuerto de Barajas?

¡Eh! ¿Qué pasa?.... ¡¿ahora estás llorando vos abuelo..?! ¡¡No llores que no me voy a ningún lado!! Si esta es tu Patria.... ¡¿como no va a ser mi Patria?!

Ya sé que el espejo no siempre funciona, abuelo... a veces se empaña... además, ¿vos crees que en algún lugar del mundo me recibirían con mate cocido y pan casero...? ¿Enojado? No, abuelo, enojado no... estoy triste... tengo miedo que la gente de tu tierra, o mejor dicho, donde naciste... haya cambiado.

Sin embargo, ¿me permites que les diga algo a José y a mis amigos españoles...?
¿Si....? Bueno.. ¡Eh! ¡Amigos, José, .... vengan cuando quieran, por que nuestro espejo siempre mira... al cielo!
Me tocó la fibra sensible...

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