18.5.04

La inspiración

La inspiración, aquello que poetas y pintores llaman musa, es una cruel compañera. Va y viene a su antojo y muchas veces nos deja vacíos, huecos, sin motivación alguna para poder plasmar algo de nosotros que dar al mundo. La inspiración es caprichosa y aparece cuando le apetece, no cuando uno la llama. Es más, si la llama no aparece y si la ignoras se te presenta sin ni siquiera preguntar si la hora es adecuada.

La inspiración es despiadada, le gusta el pesimismo, la tristeza, el dolor del alma. Cuanto más hundido te encuentras más musa sientes, los textos se vuelven ricos y atractivos para el lector, las pinturas fascinan por su realismo y desgarro. La inspiración es apasionada, te envuelve, te embruja, te posee y enloquece; anula todos tus sentidos para que le des lo mejor de tí. La inspiración es embriagadora, cuando termina contigo estás exahusto y agotado pero feliz por lo logrado, por lo que has dado de ti. La inspiración es celosa, si te encuentras feliz te abandona, no soporta compartir terreno en tu ser con otro sentimiento que haga volar a tu corazón.

La inspiración para muchos tiene cuerpo de mujer, por esta razón muchos artistas y genios buscan falsas musas, seres a los que amar cuya personalidad se asemeja a la de la inspiración: crueles, caprichosas, despiadadas, apasionadas, embriagadoras y celosas. Pero se olvidan de que la inspiración, la musa, no tiene piedad, cuando deja de creer en tí te abandona y, si no logras hacerla regresar, hiere de muerte tu obra.

Por eso he decidido, ahora que mi vida toma rumbo hacia el futuro, no dejar que la inspiración me abandone, ni apoyarme en falsas musas para continuar escribiendo. Porque sé a ciencia cierta que ese tipo de seres no me convienen. Mi inspiración tendrá que aprender a convivir con esa felicidad que encontré y que día a día me demuestra que su poder sobre mis sentimientos, mi alma y mi corazón es mayor que el de cualquier musa.

1 comentario:

Anuky dijo...

Como he añadido en uno de mis post... la musa existe, pero te tiene que pillar trabajando. Lo malo es que casi nunca te pilla trabajando y, como tú bien dices, la mayoría de las veces lo hace a horas interspectivas. Entonces te levantas rápidamente de la cama, y buscas a tientas papel y lápiz para escribir; cualquier cosa es buena: una servilleta, un kleenex... e incluso la contraportada del último libro que estás leyendo (lo siento, Julio Cortázar, estropeé la encuadrenación te tu "Bestiario"). Y rápida, casi convulsivamente, escribes todo eso que a la musa le ha dado por inspirarte... a esas horas, sin que estés trabajando.